Opinión
Casa Blanca: Cortizo, el Presidente que no invité
A lo largo de los años, desde mi distinguida fachada hasta los pasillos que han sido testigos de historia, he presenciado momentos cruciales en la relación entre Estados Unidos y Panamá. Permítanme compartir algunos de estos inolvidables recuerdos.
Manuel Amador Guerrero, el primer presidente de Panamá, honró mis salones en 1906. Su camaradería con Theodore Roosevelt fue evidente, y aunque su físico frágil contrastaba con su estatura encorvada, su confianza como líder era palpable.
Unos años más tarde, el Dr. Belisario Porras dejó su marca en 1910 con la firma del tratado Anderson-Porras, que cimentó la diplomacia panameña-costa ricense. Aquí, fue cálidamente recibido por William Howard Taft. En 1932, los ecos de las charlas entre Harmodio Arias Madrid y Herbert Hoover todavía retumban en mis pasillos.
La presencia digna del presidente Roberto Chiari en 1962 coincidió con el carisma de John F. Kennedy. Las décadas que siguieron vieron desfilar a más líderes panameños, cada uno dejando una huella única. Ricardo de la Espriella tuvo un encuentro inolvidable con Ronald Reagan, así como Nicolás Ardito Barletta.
La década de 1990 fue testigo de mis acogedores salones albergando tanto a Guillermo Endara con George Bush como a Ernesto Pérez Balladares y Mireya Moscoso con Bill Clinton. Discutieron temas trascendentales, como la transferencia del Canal de Panamá y la presencia militar estadounidense.
Con la llegada del nuevo milenio, Martín Torrijos abordó temas vitales como el Tratado de Promoción Comercial en sus encuentros con George W. Bush. Sin embargo, la historia dio un giro cuando Ricardo Martinelli, que me visitó en 2011, fue señalado por corrupción en 2023, limitando su entrada y la de su familia a Estados Unidos.
Juan Carlos Varela también dejó su impronta en 2017, conversando con Donald Trump sobre lazos económicos y combate al narcotráfico. Sin embargo, su reputación fue ensombrecida cuando, en 2023, se le prohibió la entrada a EE. UU. por actos de corrupción.
A raíz de estos acontecimientos, he decidido no recibir al actual presidente, Laurentino Cortizo. Las acciones pasadas me han enseñado a actuar con cautela.
Más allá de mis muros y puertas, soy un símbolo de la relación entre Panamá y Estados Unidos. Soy un recordatorio constante de que, independientemente de los tiempos oscuros, la integridad y la verdad siempre prevalecerán.