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«El Darién sigue siendo tan peligroso como antes «
Helmer Charris lleva once años trabajando en Médicos Sin Fronteras (MSF), en diferentes
posiciones como médico de terreno, coordinador adjunto de misión, o referente médico y
entre otros ha intervenido en Sierra Leona, en el conflicto en Tigray (Etiopía), ha trabajado en
México, Yemen, Sudán del Sur y su última cooperación ha sido en Panamá.
En Panamá, Helmer trabajó desde diciembre hasta finales de marzo y ha podido observar la evolución del flujo migratorio en el Darién, la frontera selvática que separa Panamá de Colombia, cuya peligrosidad, lejos de remitir, continúa.
Más allá de las dificultades de la propia selva tropical, los migrantes se enfrentan a bandas criminales de extrema violencia que los roban y agreden y que, en un número elevado de casos, se ceban con las mujeres a las que vejan y violan brutalmente. Este es su relato.
“En diciembre, cuando llegué, la situación era diferente. El número de personas que cruzaban
el Darién había descendido notablemente, después de un año récord. En el centro de salud de
Bajo Chiquito ya no teníamos pacientes. Como el descenso había sido paulatino desde
noviembre, se decidió reducir el equipo allá. A la vez se cambiaba la ruta migratoria y ahora,
en vez de llegar a la población de Bajo Chiquito llegaba más al norte, a Canán Membrillo.
Parecía que la ruta era más segura, no se reportaban incidentes de violencia y al ser más corta, de tres días, se reducía asimismo la dureza de un camino que antes suponía sortear montañas, precipicios, acantilados, ríos con crecidas súbitas, muy peligroso. Eso tenía consecuencias obvias en el estado físico de los migrantes y sus necesidades médicas que ahora se reducían significativamente”.
“Pero eso empezó a cambiar de nuevo en febrero. Nosotros nos habíamos concentrado pues en las estaciones de recepción migratorias, Lajas Blancas y San Vicente. San Vicente,
principalmente, dado que Lajas Blancas se cerró para reformarla. Allá llegan los migrantes y se
concentran una vez superada la selva y pasan un par de días antes de seguir camino hacia el
norte, hacia Costa Rica. Pero ya nos empezaron a llegar pacientes que nos explicaban que
habían estado más días en la selva, ya nos contaron que habían sido asaltados, ya nos decían que habían sufrido violencia sexual de unas características muy brutales. El problema al que nos enfrentábamos asimismo es que de Canán Membrillo a San Vicente las mujeres agredidas tardaban en llegar y entonces ya no podíamos ofrecer la profilaxis necesaria tras una violación, que debe administrarse en las 72 horas siguientes a la agresión y que pretende evitar infecciones y embarazos no deseados”.
“La nacionalidad de los migrantes también ha sufrido un cambio con respecto a 2021. Si antes
el grupo más numeroso estaba conformado por haitianos, ahora más de la mitad son
venezolanos. Muchos de ellos, previamente asentados en Colombia o Perú y que ya llevaban
tiempo planeando hacer la travesía hacia el norte. Había muchas familias y eso sigue, aunque
menos. Y seguimos teniendo familias procedentes de Africa: de Camerún, de Congo, de
Senegal”.
“Se producen varios picos desde febrero de violencia y violencia sexual. Puede ser pronto para determinar un patrón, pero sí se ha repetido que primero nos llegan migrantes que dicen que les han robado, luego llegan mujeres, generalmente mujeres africanas o haitianas, que dicen que las han violado y luego llegan mujeres, generalmente venezolanas, que explican haber sido sometidas a un maltrato de una brutalidad enorme, con un ánimo de humillación, casi de venganza y que obviamente impacta en su salud física y en su salud mental, con sufrimiento mental de importancia”.
“Por supuesto, nuestra intención es evaluar la situación en Canán Membrillo, pero no
recibimos la autorización del Ministerio de Salud para trabajar en esa zona. Nos preocupa
sobre todo la situación de las mujeres agredidas y que no puedan recibir la profilaxis y trato
médico y psicológico necesario cuanto antes. En total hemos atendido por violencia sexual a
396 mujeres, desde abril de 2021 hasta marzo de 2022. 68 en lo que va de año. Las necesidades de protección son todavía inmensas, el Darién sigue siendo tan peligroso como antes”.
“Lo que nos dicen los pacientes es que ahora, aunque vayan por la nueva ruta de Canán
Membrillo, los guías los llevan por caminos en círculos, incluso algunos nos han relatado que
han pasado por la notoria Loma de la Muerte, que no deberían atravesar si van a Canán, pero
sí a Bajo Chiquito y que es famosa por lo duro que es salvarla. Como la ruta es más larga,
también les cobran más, pasó de 300 dólares por persona a 900 dólares por persona”.
“No ha habido un cambio enorme en las afectaciones físicas que sufren los migrantes, pero sí
hemos notado un aumento en el número de gente que requiere nuestros servicios en salud
mental, con un promedio mensual de 1.500 consultas médicas. 150 son de salud mental, la mayoría de las cuales se corresponden a pacientes en situación de riesgo la violencia sufrida en el camino y más de la mitad presentan estrés agudo. Entre ellos, también hay que incluir a aquellos que han perdido algún familiar en el camino, cuyo familiar ha muerto por algún accidente, por deshidratación o porque se han separado en la ruta. Entendemos que en las estaciones migratorias los migrantes ya se sienten más preparados y más seguros para poder pedir la consulta que en Bajo Chiquito, donde aún tenían el tramo final por recorrer hasta poder iniciar una nueva etapa en el camino”.
“¿Lo que más me ha impresionado? Además de la brutalidad y la violencia sexual, impresiona
siempre saber de los muertos en la ruta, de un joven de 17 años, angoleño, con la familia
ahora dispersa, unos en la frontera ya con Costa Rica, el papá en Canán Membrillo y su
hermano, algo más joven, ahogado en un río. Otros dos hermanos, uno de ellos falleció, no
sabemos si deshidratado o por inanición porque les habían robado todo lo que llevaban
encima…eso deja a los equipos muy tocados emocionalmente y también dice mucho de lo
necesario que somos, pero específicamente, de lo necesaria que es nuestra petición de que se proteja a esta población y de la necesidad de crear rutas seguras, pasen por el Darién o no”.