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Opinión: Breve repaso de las conspiraciones modernas

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Por: Jorge Castañeda Patten

Las redes sociales hicieron explotar una nueva forma de comunicación humana en todos los sentidos, pero además de ello, se ha popularizado la cultura del “cualquier cosa” como expresión mundial en esta nueva dinámica. El “cualquier cosa” son las informaciones contenidas en el internet y que son “viralizadas” todos los días que han generado una ola de viejos conceptos modernizados, pero algunos han tomado un carácter un poco más serio.

Y me refiero en este último caso, a las teorías de la conspiración; una amalgama nada nueva en la humanidad desde la óptica político-religiosa, pero que ahora desde los medios digitales han pasado a tener este aumento extraordinario en el imaginario colectivo. Nacidas básicamente en la sociedad norteamericana, como influencia cultural hegemónica, han invadido a una porción de la población de Iberoamérica, la que nos ocupa, porque es a la que pertenecemos; veamos.

La teoría conspirativa más propagada, además de rentable y que se interconecta con otras, es la que propugna la pérdida generalizada de barreras ideológicas en las corrientes de pensamiento político; una forma de deslegitimar la identidad de los actores clave en las decisiones estatales y propugnar por una “solución” fuera de los clásicos posicionamientos, dando vida a unos nuevos extremos. O sea, que la izquierda y la derecha no son ya una división concreta entre los sujetos, sino que pertenecen a un mismo bando, trama mundial escondida detrás, con finalidad de controlar a la población para los intereses de unos cuantos. Forjando así una de las más sonadas y repetidas especulaciones, el supuesto enlace existente entre el Comunismo y la expresión “Marxismo Cultural”, las Organizaciones Internacionales, estrellas de Hollywood y políticos de todas las corrientes (excepto la extrema derecha conservadora, curiosamente, los héroes de la película), los Derechos Humanos, los medios de comunicación y otras corporaciones, las creencias religiosas alternativas y discretas, y un especial énfasis en la población judía como orquestadores principales; en fin, los Illuminati y su de dominación mundial de la mano con judíos, comunistas, masones, satánicos, LGBT, feministas, activistas pro aborto y un largo etcétera.

Continúan los proponentes y defensores de esta hipótesis, que entre sí tienen variantes, que la vacuna contra el Covid-19 es una forma de disminuir la población mundial, que es para insertarnos un dispositivo de control; todo conspirado por los poderosos mundiales que se encaminan a cambiar el modelo económico con la finalidad de instaurar una dictadura global, judeo masónica satánica comunista corporativa (por absurdo que suene), una nueva élite cuyos miembros son pederastas y que usan células de niños abortados para hacer vacunas y que además les extraen el adenocromo para su disfrute. ¿Qué es el adenocromo? Un derivado de la oxidación de adrenalina o semicarbazona de adenocromo, sustancia generada por el propio cuerpo (metabolito) y que puede producir efectos entre bienestar y paranoia (Gottlieb, 1973).

Justamente, como en el resto de la región, se ha popularizado y repotenciado con el tema Covid-19 la conspiración en contra de las vacunas en el cual hay culpables mezclados entre gobernantes, políticos, científicos, médicos y por supuesto, la mano del enemigo externo: Bill Gates, George Soros, los Rockefeller y Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS a quien acusan de toda clase de cosas. Argumentos nacidos de espacios llamados “deep web” (internet “invisible”, “profunda” u “oculta”) de donde emergen datos como el “Pizzagate”, QAnon y otros que retroalimentan la conspiración.

Hay una corriente que es un poco más avanzada, menos política y más recóndita, que es aquella que atribuye una presencia maligna entre seres de otro mundo, los Reptilianos, el falso planeta Nibiru (que se iba a estrellar contra la tierra el 23 de septiembre del 2017 en otro aburrido fin del mundo con un final esperado), los Annunakis o Sumerios Extraterrestres. Pero estos son de otra gama conspiracional, misma que no ha tenido mayor incidencia en el pensamiento local, porque es más una de las fijaciones angloparlantes promovidas en el siglo XX por los medios de comunicación. Sobre los extraterrestres ya hay demasiado en los canales formales de “historia” y “ciencia”, como concluiremos más adelante y que es obvio, se trata de una estrategia de mercadeo para venta de noticias e información, con un público bien definido. Por ello, no es objeto de análisis ahora; pero al igual que el fenómeno político-religioso, ya tiene antecedentes y no es de ninguna manera, una conspiración moderna (Sitchin, Von Daniken, el “Creacionismo Alienígena” y otros), pero si maximizada en la era de las redes sociales (Icke).

En Iberoamérica, ha calado más la conspiración política, justamente por el componente conservador-religioso que contiene y que pretende defender, con mucho mayor arraigo por la formación eclesiástica mayoritaria en la región. 

Para explicar, toda esta información tiene una particularidad que es el sustento y la base de la misma por muy elaborada que parezca, la oportunidad que tiene cada uno de los seguidores en aportarle nuevos elementos; Travis View en una entrevista al Washington Post (abril 2020) compara la sensación que causan éstas conspiraciones con el mismo sentimiento de los videojuegos, o sea experimentar una realidad virtual adictiva que da la posibilidad de “participar” en actividades de escala mundial. En otras palabras, se transforma en una especie de poderosa creencia religiosa (Diresta, 2018) sobre la cual se funda la participación del sujeto en contra de los valores establecidos, se hace básicamente por internet (por ahora), se resuelven incógnitas y acertijos del “deep web” y por supuesto, tiene héroes y villanos, los que ya hemos explicado.

Esta mezcla de elementos se deja a la discreción de los sujetos y genera una fusión paranoide o “Paranoia de Fusión”, como le llamó Peter Knight en el año 2000 y desarrolla una teoría ya planteada por Michael Kelly en 1995, que si bien es cierto tiene un sentimiento muy norteamericano, plantea que las teorías de la conspiración son de vieja data y que además coinciden en “el miedo por los enemigos, reales o imaginarios, internos y externos”. De esta forma, “las conspiraciones han existido desde siempre, pero hoy el complot ha sustituido la noción trágica de destino (Piglia, 2003), o son el vago sentimiento del destino y la idea de fuerzas ocultas entre bambalinas (Popper, 1947), como bien recoge Alejandro Gallo en uno de sus escritos.

Lo peligroso de todo esto resulta siempre quedar vinculados a una corriente que pueda alcanzar relevancia en un Estado, hacer ver que toda esta composición de orden patológico es creíble y convencer a muchas personas, bajo los mismos parámetros de propaganda y explotación de patologías como forma de ganar adeptos, y que las mismas puedan dirigir entonces los destinos de un país, afectado por lo concreto: el modelo económico desigual, la falta de oportunidades reales, el desmejoramiento o mantener el bajo nivel de vida de las personas, entre otras como el Covid-19 que al ser un “enemigo desconocido” fue caldo de cultivo para toda clase de conclusiones. Sobre el tema de la pandemia, como ya he dicho en otro escrito, no es menos cierto que toda la maquinaria farmacéutica se beneficia de las enfermedades, más cuando la medicina se enfoca en la generación de ganancia y no en la salud social como derecho humano, pero esa no es una visión anti vacunas, sino una declaración crítica en contra de la deshumanización de la medicina. El negociado de las vacunas está relacionado con la economía, no con un discurso anti ciencia, que son dos cosas distintas y muy marcadamente diferentes.

En Latinoamérica existen representantes de estas conspiraciones, los vergonzosamente recordados Agustín Laje y Nicolás Márquez son los comerciantes de la conspiración política, vendiendo libros, haciendo conferencias y generando toda clase de marketing sobre estos elementos que puestos en orden son salidos de una película y tienen igual rentabilidad; la crítica más fuerte contra estos y sus seguidores, son la burda interpretación que le dan a cualquier cosa que le caiga en sus manos para generar sus ideas de odio y rechazo tanto a los movimientos sociales como a los derechos humanos. Políticos de alta gama han utilizado estos argumentos a su beneficio y les ha calado ante una ciudadanía harta de los representantes políticos tradicionales y sin mayor opción tras la decepción masiva de estos.

En conclusión, nuestras sociedades con carencia de enseñanza crítica, sin metodología de pensamiento y la generación de la duda como forma de conocimiento, se hace especialmente frágil ante toda la amalgama de opciones que las conspiraciones permiten y emergen liderazgos fundados sobre estas; lo que antes convenía a las fuerzas políticas y económicas para mantener su status quo, para aprovechar dicha situación de vulnerabilidad y carencia de un pensamiento liberador, ahora lo aprovechan otra clase de elementos con un fuerte potencial político, a falta de una propuesta decente por parte de quienes debieron reemplazar a los grupos hegemónicos; la culpa no es solo de un lado de la historia, lo que pueda venir, es culpa de los que actuaron y también de los que no hicieron nada. Hay que cuidarse de estas nuevas corrientes, nos pueden llevar a un escenario del que luego no podremos salir, el mismo que ellos dicen no querer llegar.

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Casa Blanca: Cortizo, el Presidente que no invité

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A lo largo de los años, desde mi distinguida fachada hasta los pasillos que han sido testigos de historia, he presenciado momentos cruciales en la relación entre Estados Unidos y Panamá. Permítanme compartir algunos de estos inolvidables recuerdos.

Manuel Amador Guerrero, el primer presidente de Panamá, honró mis salones en 1906. Su camaradería con Theodore Roosevelt fue evidente, y aunque su físico frágil contrastaba con su estatura encorvada, su confianza como líder era palpable.

Unos años más tarde, el Dr. Belisario Porras dejó su marca en 1910 con la firma del tratado Anderson-Porras, que cimentó la diplomacia panameña-costa ricense. Aquí, fue cálidamente recibido por William Howard Taft. En 1932, los ecos de las charlas entre Harmodio Arias Madrid y Herbert Hoover todavía retumban en mis pasillos.

La presencia digna del presidente Roberto Chiari en 1962 coincidió con el carisma de John F. Kennedy. Las décadas que siguieron vieron desfilar a más líderes panameños, cada uno dejando una huella única. Ricardo de la Espriella tuvo un encuentro inolvidable con Ronald Reagan, así como Nicolás Ardito Barletta.

La década de 1990 fue testigo de mis acogedores salones albergando tanto a Guillermo Endara con George Bush como a Ernesto Pérez Balladares y Mireya Moscoso con Bill Clinton. Discutieron temas trascendentales, como la transferencia del Canal de Panamá y la presencia militar estadounidense.

Con la llegada del nuevo milenio, Martín Torrijos abordó temas vitales como el Tratado de Promoción Comercial en sus encuentros con George W. Bush. Sin embargo, la historia dio un giro cuando Ricardo Martinelli, que me visitó en 2011, fue señalado por corrupción en 2023, limitando su entrada y la de su familia a Estados Unidos.

Juan Carlos Varela también dejó su impronta en 2017, conversando con Donald Trump sobre lazos económicos y combate al narcotráfico. Sin embargo, su reputación fue ensombrecida cuando, en 2023, se le prohibió la entrada a EE. UU. por actos de corrupción.

A raíz de estos acontecimientos, he decidido no recibir al actual presidente, Laurentino Cortizo. Las acciones pasadas me han enseñado a actuar con cautela.

Más allá de mis muros y puertas, soy un símbolo de la relación entre Panamá y Estados Unidos. Soy un recordatorio constante de que, independientemente de los tiempos oscuros, la integridad y la verdad siempre prevalecerán.

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La intolerancia ambiental en el tema minero: entre mitos y realidades

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Por: MSc Roderick R. Gutiérrez Pérez
Experto en Gestión y Planificación Ambiental
@medioambienteyprogreso

En medio de la búsqueda constante de equilibrio entre el progreso económico y la preservación ambiental, el sector minero se ha convertido en terreno fértil para el debate y controversia. La oposición a proyectos mineros por parte de grupos ambientalistas a menudo se presenta como un acto de defensa del planeta, pero es esencial analizar si estas posturas están respaldadas por fundamentos legales y científicos sólidos o si se basan en narrativas repetidas sin un sustento real.

Todos los estudiosos de ciencias ambientales, incluso antes de que se les denominara así, como Charles Eisenstein en su obra «La curación de la civilización», destacan la importancia de comprender a fondo los problemas ambientales, económicos y sociales antes de expresar opiniones o tomar medidas. Eisenstein aboga por un enfoque más reflexivo y basado en el conocimiento para abordar los desafíos que enfrenta nuestro mundo en términos de sostenibilidad y medio ambiente. Sostiene que las decisiones deben respaldarse con datos científicos y análisis rigurosos, en lugar de depender únicamente de percepciones o suposiciones infundadas.

En el panorama panameño, el contrato de Minera Panamá S.A. con el Estado ha generado intensos debates. A pesar de que dicho contrato está en cumplimiento de la legislación panameña y respaldado por un Estudio de Impacto Ambiental aprobado, ha enfrentado la oposición de grupos ambientales. Esto pone de relieve un desafío más profundo: la aparente desconexión entre la ciencia y la toma de decisiones correctas.

A menudo, los argumentos en contra del proyecto minero se mezclan con críticas a la oligarquía, el capitalismo y el poder económico, sin una base sólida. Por lo tanto, es crucial recordar que el análisis científico debe ser la columna vertebral de tales decisiones, en lugar de ser eclipsado por discursos ideológicos.

El camino hacia el consenso en temas mineros requiere un diálogo franco y abierto, donde todas las partes involucradas puedan presentar evidencia sustentada y científicamente respaldada, cosa que hasta el momento los representantes de la oposición ambiental no han presentado. La aprobación del contrato de Minera Panamá S.A. con el Estado debe basarse en una evaluación integral de los hechos y no ceder ante presiones emocionales o narrativas simplistas.

La intolerancia ambiental en el tema minero es un fenómeno complejo que requiere un análisis riguroso y fundamentado. Si bien es legítimo preocuparse por el impacto ambiental de los proyectos industriales, es crucial evitar la propagación de mitos infundados y buscar soluciones basadas en la ciencia. La oposición a proyectos como Cobre Panamá debe ser evaluada en base a los datos y análisis disponibles, y no simplemente en función de percepciones sesgadas o intereses personales.

El tema ambiental debe ser llevado por especialistas preparados serios y con visión a largo plazo, no por romanticismo o ideologías infundadas en el anti-desarrollo.

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Nuevos mitos sobre la minería, extinción de una especie

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POR: MSc Roderick R. Gutiérrez Pérez

Especialista en Gestión y Planificación Ambiental

Instagram: @medioambienteyprogreso

Pasando por Instagram, me encuentro con un título que dice: «Minería – Cambio Climático», y como subtítulo, «Un riesgo inaceptable». Hasta aquí todo bien; cada quien tiene derecho a expresar su opinión, pensaba yo. Sin embargo, al ver las imágenes (las cuales, por falta de tiempo, no podré responder todas), trataré de enfocarme en un punto específico que decía: «La minería causa la pérdida y/o extinción de especies». Por lo tanto, intentemos darle forma coherente a este punto.

En un mundo cada vez más preocupado por la conservación de la biodiversidad, es esencial abordar los mitos y percepciones erróneas que rodean a la actividad minera y su impacto en las especies y hábitats cercanos. Existe la creencia que un proyecto minero, especialmente aquellos que colindan con áreas protegidas, puede causar la extinción de una especie de la faz de la tierra. Sin embargo, es importante desmitificar esta noción y comprender que la extinción de una especie es un fenómeno muy complejo que involucra múltiples factores.

Para que una especie se extinga, deben intervenir una serie de factores críticos que afecten su supervivencia y capacidad de reproducción. Si bien la actividad minera puede tener impactos en el medio ambiente y las poblaciones de especies, no es suficiente para llevar a una especie a la extinción por si sola.

Para ilustrar las causas de la extinción de una especie, es crucial reconocer que existen diversas variables. En primer lugar, debemos comprender que estas deben abordar: la pérdida y degradación del hábitat, la fragmentación de las poblaciones, es decir, cuando una especie se encuentra confinada a un área específica y no puede encontrarse en ninguna otra; el cambio climático, una problemática que todos reconocemos como resultado de decisiones globales desfavorables, no vinculado a un proyecto o actividad en particular; la introducción de especies invasoras, una circunstancia que no se relaciona con la minería ni con la caza o pesca excesiva; y la contaminación. En el caso de Panamá, esta última es especialmente significativa y se somete a un monitoreo constante para evitar sobrepasar los niveles establecidos por la normativa vigente.

Un seguimiento exhaustivo durante más de 50 años, respaldado por numerosos estudios, estadísticas y equipos de expertos, es lo que se necesita para considerar que una especie ha sido extinguida. Se puede afirmar que una especie está extinta cuando el último individuo conocido muere sin dejar descendencia genética, como lo plantea Craig Hilton-Taylor de la UICN.

Para asegurar que esto sucederá, los expertos llevan a cabo investigaciones exhaustivas. Todo el proceso se inicia con una cuidadosa observación de la especie, aún mientras se conoce su existencia. En este sentido, la Lista Roja de la UICN desempeña un papel clave en todo esto que digo. 

Este tema es sumamente complejo. Incluso para un experto en la materia, quien debe contar con un profundo conocimiento en biología, ecología y conservación, además de comprender la complejidad de los ecosistemas y la interacción entre los factores ambientales y las poblaciones de especies, resulta desafiante determinar la extinción de una especie. Esto se debe a la dificultad para detectar posibles disminuciones o extinciones.

Por lo que es un poco exagerado e irresponsable señalar por medio de las redes sociales que un proyecto o sector, en este caso el minero, es responsable de la extinción de las especies. Siendo que, para poder determinarlo, los científicos y expertos en conservación utilizan métodos como el muestreo de campo, la observación de comportamiento, el análisis genético y el uso de tecnologías de seguimiento para recopilar datos precisos y fiables, por un periodo de tiempo prolongado.

Afirmar sin cumplir con lo antes expuesto que la actividad minera u otras actividades humanas puedan ser las causantes de la extinción de una especie se tomaría, más que todo, como una oposición sin fundamentos al desarrollo de la economía de un país y no como un movimiento ambientalista serio y responsable. Este movimiento debería buscar garantizar el cumplimiento de las normativas ambientales existentes o el desarrollo sostenible de las comunidades más apartadas y vulnerables.

Es importante decir que, el sector minero es uno de los sectores más regulados en materia ambiental, precisamente para proteger el medio ambiente y la sociedad con prácticas responsables que exijan a las empresas mineras en toda su vida útil hasta su cierre y post cierre. Es por ello que, para abordar el desafío de conservación en general, es necesario un enfoque holístico que considere múltiples factores y la colaboración entre científicos, gobiernos, industrias privadas y comunidades locales, solo así podemos preservar las especies y evitar su extinción.

Es importante decir que el sector minero, altamente regulado en términos ambientales, busca proteger tanto el medio ambiente como la sociedad. Exige prácticas responsables a lo largo del ciclo de vida de las empresas mineras, desde su apertura hasta el cierre y post cierre. Para abordar eficazmente los desafíos de conservación, es crucial una colaboración integral entre científicos, gobiernos, empresas y comunidades locales. Esta cooperación garantiza la preservación de especies y previene su extinción.

Por eso, los preocupados porque esto no ocurra, deben enfocarse en buscar los recursos permanentes, en lugar de ver la inversión privada y el ambientalismo como polos opuestos del desarrollo. Es tiempo de trabajar juntos por el beneficio social, económico y natural de la República de Panamá.

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